La última cena,
Pintura de Dieric Bouts (1420-1475),
Pintado entre 1464 y 1467,
Óleo sobre tabla
Iglesia de San Pedro, Lovaina / Wikimedia
Ahora el Hijo del Hombre ha sido glorificado
Juan 13:31-33,34-35
Cuando Judas se fue, Jesús dijo:
'Ahora el Hijo del Hombre ha sido glorificado,
y en él Dios ha sido glorificado.
Si Dios ha sido glorificado en él,
Dios a su vez glorificar en sí mismo,
y se glorificar muy pronto.
Hijitos míos, no estaré mucho tiempo con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros; como yo os he amado, amaos también vosotros. Por este amor que os tenéis los unos a los otros, todos sabrán que sois mis discípulos'.
Reflexión sobre el cuadro
En el primer párrafo de nuestra lectura, Jesús dice la palabra "glorificar" cinco veces. Menciona cómo glorifica a su Padre y cómo su Padre glorifica a Jesús. Como estas palabras de glorificación se pronuncian en la Última Cena, pueden sonar bastante extrañas justo antes de que Jesús vaya a sufrir y morir. Parece una paradoja: asociamos la gloria con la magnificencia, la belleza y la luz, mientras que cuando pensamos en el sufrimiento, pensamos en la oscuridad, el dolor y la miseria. Jesús lo pone todo junto.
Pero lo que glorificó a Dios no fue el sufrimiento en sí mismo, sino el amor con el que el sufrimiento fue aceptado y soportado libremente. Era el amor total y perfecto que Jesús tenía por su Padre. Ese amor le hizo soportar el sufrimiento.
Nuestro cuadro de mediados del siglo XV, obra de Dieric Bouts, representa con exquisito detalle la Última Cena durante la cual se pronunciaron las palabras de la lectura del Evangelio de hoy, justo después de que Judas se marchara. En el cuadro, Judas sigue allí, sentado frente a Jesús a la izquierda, con los típicos rasgos sombríos para transmitir su inminente partida y traición. Judas se lleva la mano a la espalda, sin querer seguir participando con el resto de los apóstoles, que tienen todos poses de oración.
Cristo está exactamente en el centro de nuestro cuadro. Es el centro de atención. Está bendiciendo con su mano derecha y en la izquierda sostiene la hostia de la comunión sobre un cáliz de plata que contiene el vino consagrado. Delante del cáliz hay un gran cuenco de metal con una salsa de color marrón, una indicación del cordero que se comía como parte de la comida ritual de la Pascua. Nótese también la abundancia de la tela del mantel blanco. Según la costumbre flamenca de la época, los manteles tenían una franja de material extra para que los comensales se limpiaran la boca.
...pero sobre todo... hay un espacio entre los dos hombres al frente de la mesa... listo para que nosotros, como espectadores, ocupemos nuestro lugar en la cena del Señor...
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Un cuadro precioso, precioso. No se puede superar este material norteño temprano (imo). No hay halos, observo....
Bendiciones dominicales para todos. Que el evangelio de hoy llegue a nuestros corazones. Amén.