Lucas 4:24-30

Cuando leemos las lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento, es tentador preguntarse por qué la gente no escuchó a los profetas (como Elías, mencionado en nuestro pasaje) que fueron enviados a su entorno. Dos mil años después, tenemos la ventaja de la retrospectiva y, por tanto, podemos ser algo críticos con las personas mencionadas en la Biblia en cuanto a por qué no actuaron antes, o no creyeron antes, o no se convirtieron antes. Durante la Cuaresma, Dios nos pide nuestra propia respuesta a estas lecturas y a los profetas. ¿Tener el beneficio de la retrospectiva significa que creemos aún más en los profetas que fueron enviados? A veces parece que Dios envió a todos estos profetas y Su Hijo, y seguimos sin escuchar...

La realidad es que ya estamos casi en la mitad de la Cuaresma, por lo que esta lectura nos incita a hacer un balance. ¿Hemos tranquilizado nuestros corazones y aquietado nuestras mentes? ¿Hemos dedicado más tiempo a la oración? ¿O nos sentimos como la gente de la ciudad natal de Jesús en Nazaret, "creyendo" que le conocemos y sin dejarle tomar el control total? Jesús estuvo a punto de ser arrojado por un precipicio por su propia gente. ¿Seremos nosotros parte de esta multitud?

En nuestro póster, diseñado para los esfuerzos de evangelización cristiana en China, vemos a un joven subiendo desde un acantilado. Un amigo le ayuda a encontrar el camino de vuelta. Está abrazando y utilizando una cruz roja para apoyar su esfuerzo conjunto. La cruz es su salvación, es a lo que se aferran. La misma sensación de peligro inminente emana hoy del Evangelio de Lucas. También nosotros corremos el riesgo de rechazar a Jesús por exceso de familiaridad y empujar a Jesús o a nosotros mismos por un precipicio... Esta advertencia nos llega en plena Cuaresma...