Jesús limpia al leproso,
Techo de mosaico (detalle),
Ejecutado en el siglo XII,
Catedral de la Asunción, Monreale, Sicilia
Jesús limpia al leproso
Lucas 5:12-16
Estaba Jesús en una de las ciudades cuando apareció un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró sobre su rostro y le imploró. Señor -le dijo-, si quieres, puedes curarme". Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: "¡Claro que quiero! Cúrate". Y la lepra le abandonó al instante. Le ordenó que no se lo dijera a nadie, 'pero ve y muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu curación como lo prescribió Moisés, como prueba para ellos'.
Su reputación siguió creciendo, y grandes multitudes se reunían para escucharlo y para que les curara sus enfermedades, pero él siempre se iba a algún lugar donde pudiera estar solo y rezar.
Reflejo en el techo de mosaico
La lectura del Evangelio de hoy es algo más que la historia de la curación de un enfermo. La lepra no sólo se refiere a la enfermedad física que muestra los síntomas de una enfermedad de la piel, sino que también es un símbolo de una persona que se consideraba impura espiritualmente, un pecador. Así, podemos leer este pasaje sustituyendo la palabra "lepra" por "pecado". Al igual que la lepra, el pecado se extiende, es contagioso, destruye a la persona, afecta a nuestras comunidades y necesita ser curado.
Las leyes judías de la época exigían que los leprosos se trasladaran fuera de las comunidades en las que vivían y que vivieran separados en guetos alejados de las ciudades. Dentro de esos guetos, somos testigos de cómo la lepra rompía las barreras raciales, geográficas y religiosas. Todos se enfrentaban juntos a su enfermedad. Sí, la desesperación y la adversidad rompen las barreras que suelen dividir a las personas. La adversidad une. Por eso, el leproso de nuestra lectura del Evangelio está ahí tanto como individuo, como representante de toda una comunidad: todos nosotros, que somos pecadores y espiritualmente impuros.
Jesús, después de haber curado al leproso, le ordena que vea a un sacerdote, cumpliendo con las leyes judías de la época. Al hacer esto ocurrieron dos cosas: el sacerdote habría confirmado de manera objetiva que la lepra estaba curada, dando así una confirmación experta a la autenticidad del milagro. Y también, el sacerdote, al confirmar que el hombre estaba curado, implícitamente reincorporaría al leproso a la sociedad. La curación y la misericordia de Cristo nos reintegra no sólo con Dios, sino también con nuestra comunidad...
La obra de arte de hoy es una fotografía detallada de un mosaico de la Catedral de la Asunción, en Monreale, Sicilia. La inscripción sobre la escena dice IESUS SANAVIT LEPROSUM DICENTEM DOMINE SI VIS POTES ME MUNDARE"Jesús curó al leproso que dijo 'Señor, si quieres puedes limpiarme'.
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