Cristo en la tormenta en el Mar de Galilea,
Pintura de Jan Brueghel el Viejo (1568-1625),
Pintado en 1596,
Óleo sobre cobre
©Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Maestro, ¿no le importa? ¡Vamos a caer!
Marcos 4:35-41
Al caer la tarde, Jesús dijo a sus discípulos: "Pasemos a la otra orilla". Y dejando atrás a la multitud, lo llevaron, tal como estaba, en la barca; y había otras barcas con él. Entonces empezó a soplar un vendaval y las olas rompían en la barca, de modo que casi se hundía. Pero él estaba en la popa, con la cabeza sobre el cojín, dormido. Le despertaron y le dijeron: 'Maestro, ¿no le importa? ¡Vamos a caer!Se levantó, reprendió al viento y dijo al mar: "¡Cálmate! Tranquilízate'. Y el viento amainó, y todo volvió a la calma. Entonces les dijo: "¿Por qué estáis tan asustados? ¿Cómo es que no tenéis fe? Ellos, llenos de temor, se decían unos a otros: "¿Quién puede ser? Hasta el viento y el mar le obedecen'.
Reflexión sobre la pintura
Firmado y fechado en 1596, nuestro cuadro de Jan Breughel el Viejo representa a Jesús calmando las aguas del Mar de Galilea. Tres de los cuatro escritores de los Evangelios comparten esta historia con nosotros. Vemos a Cristo dormido en la barca, sacudido por las olas de la tormenta. Está a punto de ser despertado por los discípulos, que intentan desesperadamente remar y manejar las velas para no hundirse. Mientras que la escena de la barca ocupa el centro de la escena con vibrantes yuxtaposiciones de colores, Breughel presta la misma atención al paisaje. Utiliza un punto de vista elevado y ofrece al espectador una amplia vista panorámica de la costa. Hay una casa construida sobre una roca en la distancia; hay una gran ciudad en el fondo; los pájaros capturan peces sobre el mar; se representan más barcos en peligro. Hay mucho que ver en este cuadro.
En la época de Jesús y para los primeros cristianos, los mares tormentosos habrían sido aún más aterradores que para nosotros hoy. Ahora tenemos murallas que protegen nuestras costas de las mareas, y barcos estables que pueden capear cualquier tormenta. Pero en aquellos tiempos, las tormentas debían ser mucho más amenazantes para la gente del mar. Lo bonito de este cuadro es que se representan muchas otras embarcaciones, no sólo la de los discípulos. Todas las barcas están atrapadas en una tormenta. Nuestras propias barquitas a menudo se balancean y se agitan cuando las olas chocan contra nosotros. Intentamos remar, subir al mástil de nuestro barco o dirigir las cosas, y a veces también queremos gritar 'Jesús, ¿no te importa? ¡Voy a caer!'
La fe no siempre es un camino de rosas. La fe consiste en reconocer que Jesús también está en nuestro barco...
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