Salomé con la cabeza de San Juan Bautista,
Pintado por Michelangelo Merisi da Caravaggio (1571-1610),
Pintado en 1607,
Óleo sobre lienzo
© Palacio Real, Madrid
La decapitación de Juan el Bautista
Marcos 6:14-29
El rey Herodes había oído hablar de Jesús, pues ya era muy conocido su nombre. Algunos decían: 'Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él poderes milagrosos'. Otros decían: 'Es Elías'; otros, 'Es un profeta, como los profetas de antes'. Pero Herodes, al oír esto, dijo: 'Es Juan a quien corté la cabeza; ha resucitado de entre los muertos'.
Este mismo Herodes había mandado arrestar a Juan y lo había encadenado en la cárcel a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con quien se había casado. Porque Juan le había dicho a Herodes: "Es contrario a la ley que tengas la mujer de tu hermano". En cuanto a Herodías, estaba furiosa con él y quería matarlo; pero no pudo, porque Herodes tenía miedo de Juan, sabiendo que era un hombre bueno y santo, y le dio su protección. Cuando le oyó hablar se quedó muy perplejo, y sin embargo le gustaba escucharle.
La oportunidad se presentó en el cumpleaños de Herodes, cuando éste dio un banquete para los nobles de su corte, para los oficiales de su ejército y para los principales personajes de Galilea. Cuando la hija de esta misma Herodías entró y bailó, deleitó a Herodes y a sus invitados; entonces el rey le dijo a la muchacha: 'Pídeme lo que quieras y te lo daré'. Y le hizo un juramento: 'Te daré todo lo que pidas, incluso la mitad de mi reino'. Ella salió y dijo a su madre: "¿Qué debo pedir?". Ella respondió: "La cabeza de Juan el Bautista". La muchacha se apresuró a volver al rey y le pidió: "Quiero que me des la cabeza de Juan el Bautista, aquí y ahora, en un plato". El rey se sintió profundamente afligido, pero, pensando en los juramentos que había hecho y en sus invitados, no quiso faltar a su palabra. Así que el rey envió de inmediato a uno de los miembros de la guardia con órdenes de traer la cabeza de Juan. El hombre se fue y lo decapitó en la cárcel; luego trajo la cabeza en un plato y se la dio a la muchacha, y ésta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan se enteraron de esto, vinieron y tomaron su cuerpo y lo pusieron en una tumba.
Reflexión sobre la pintura
Caravaggio pintó este lienzo tres años antes de su muerte. En esta época estaba obsesionado con el tema de la decapitación de San Juan Bautista. Realizó varias composiciones diferentes en torno a este tema. Ésta es una versión más meditada. Vemos al musculoso verdugo, a Herodías y a Salomé agrupados en torno a la cabeza de San Juan, que tiene los ojos cerrados. Herodías y el verdugo miran la cabeza, satisfechos con el resultado. Pero Salomé parece decididamente incómoda, incluso angustiada, y aparta la mirada de San Juan. Nos mira a nosotros.
Lo más fascinante es la postura del verdugo. Está mirando la cabeza de San Juan, pero su mirada es muy meditativa. La horrenda historia de nuestra lectura de hoy se convierte en este cuadro en una profunda meditación sobre la muerte, la malevolencia humana y nuestra propia pecaminosidad. Todos somos a veces como el verdugo. Me hace pensar en San Longino el Centurión, que dirigió la crucifixión de Jesús y le atravesó el costado con una lanza. Después se convirtió al cristianismo. No sabemos qué pasó con el verdugo de San Juan. Me gustaría pensar que, al igual que Longinos, pudo haber encontrado a Cristo. No lo sabemos. San Longino aprovechó el momento de traspasar a Cristo y permitió que cambiara su vida. Pasó de soldado de Roma a soldado de Cristo en ese mismo momento...
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