El sembrador,
Grabado por Sir John Everett Millais (1829-1896),
Grabado en madera sobre papel,
Publicado en 1864,
Parte de las ilustraciones de "˜The Parables of Our Lord', grabadas por los hermanos Dalziel
© Tate Gallery, Londres
Imagina que un sembrador sale a sembrar
Mateo 13:1-23
Jesús salió de la casa y se sentó a la orilla del lago, pero se reunió a su alrededor una multitud tan grande que se subió a una barca y se sentó allí. Toda la gente se quedó en la playa, y él les contó muchas cosas en parábolas.
Dijo: "Imagina que un sembrador sale a sembrar. Al sembrar, algunas semillas cayeron en el borde del camino y los pájaros vinieron a comérselas. Otras cayeron en pedazos de roca donde encontraron poca tierra y brotaron enseguida, porque no había profundidad de tierra; pero en cuanto salió el sol se quemaron y, al no tener raíces, se marchitaron. Otras cayeron entre espinas, y las espinas crecieron y las ahogaron. Otras cayeron en tierra fértil y produjeron su cosecha, unas por cien, otras por sesenta y otras por treinta. Escucha, el que tenga oídos".
Los discípulos se acercaron a él y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" "Porque -contestó- a vosotros se os revelan los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no. Porque al que tiene se le dará más, y tendrá más que suficiente; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. La razón por la que les hablo en parábolas es que miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así que en su caso se está cumpliendo esta profecía de Isaías:
Escucharán y volverán a escuchar, pero no entenderán, verán y volverán a ver, pero no percibirán. Porque el corazón de esta nación se ha vuelto áspero, sus oídos están embotados y han cerrado los ojos, por temor a que vean con sus ojos, oigan con sus oídos, entiendan con su corazón y se conviertan y sean sanados por mí.
Pero, ¡felices son vuestros ojos porque ven, vuestros oídos porque oyen! Os digo solemnemente que muchos profetas y hombres santos anhelaron ver lo que vosotros veis, y nunca lo vieron; oír lo que vosotros oís, y nunca lo oyeron.
Por lo tanto, debéis escuchar la parábola del sembrador. Cuando alguien escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el maligno y se lleva lo que se sembró en su corazón: éste es el hombre que recibió la semilla en la orilla del camino. El que la recibió en pedazos de roca es el hombre que oye la palabra y la acoge de inmediato con alegría. Pero no tiene raíz en él, no perdura; venga alguna prueba, o alguna persecución a causa de la palabra, y cae enseguida. El que recibió la semilla en los espinos es el hombre que escucha la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la atracción de las riquezas ahogan la palabra y por eso no produce nada. Y el que recibió la semilla en tierra fértil es el hombre que escucha la palabra y la entiende; es el que da una cosecha y produce ahora cien veces, ahora sesenta, ahora treinta".
Reflexión sobre el grabado
La parábola del Sembrador es probablemente una de las parábolas que más conocemos. Jesús describe cuatro tipos diferentes de tierra: la tierra de la orilla del camino, los parches de roca, la tierra con espinas y la tierra buena. Estos cuatro suelos que Jesús describe no son sólo suelos físicos, agrícolas, sino que son los propios suelos interiores de nuestros corazones humanos. Son los distintos paisajes de nuestras almas humanas. No somos sólo un tipo de suelo; somos una combinación de los cuatro. Pero Cristo nos pide que ampliemos al máximo el campo de la buena tierra en nuestros corazones.
En el grabado en madera sobre papel que contemplamos hoy, vemos todos los suelos: las rocas, las espinas, los pájaros que arrancan las semillas... y luego la buena tierra en la parte superior derecha, donde el sembrador está sembrando abundante y decididamente las semillas. Dios, como Sembrador divino, quiere que su semilla caiga en una tierra buena, rica y nutrida. Ningún suelo, ningún campo, ninguna persona queda sin sembrar. Ningún terreno se declara indigno de las semillas del Sembrador. Sin embargo, depende de nosotros cultivar la buena tierra. Esta parábola trata de la generosidad de Dios con nosotros. Cada parte de nuestra vida está siendo sembrada con las semillas de Dios, y cuantas más caigan en buena tierra, más semillas de Dios podrán convertirse en frutos abundantes...
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